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CANCELA2

POLÉMICAS

La cultura de la cancelación, por desgracia para tipos como yo, está a la orden del día. Todos nos creemos actuamos como jueces morales con el poder de condenar acciones que no son políticamente correctas o, en este caso, películas y series.

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HIJODEPERRY Y LA CANCELACIÓN.

          Buon giorno, signore. Qué día tan bonito para odiar y ser odiado. Estaba pensando en todas esas series y películas que marcaron nuestra infancia y me emocioné. De verdad, la nostalgia hace cosas increíbles. 

          Con mi ilusión renovada entré a Twitter -un poco masoquista por mi parte, lo sé- y mi ilusión se vino abajo como las Torres Gem… Me callo. He visto barbaridades sobre Friends, una serie que no es de mi especial agrado. Pero, aún así, me molesta. Es acusada de machista, sexista, homófoba, gordófoba y un montón de cosas más que acaban en -ófoba e -ista. Y yo me pregunto por qué. ¿Cómo se puede criticar tanto una serie tan blanca? 

          Hay tres cosas que me chirrían en todo esto. En primer lugar, ¿recordáis el término “ficción”? ¿”Diégesis”? Os lo refrescaré: se trata del mundo en el que ocurren las situaciones y acontecimientos narrados. ¿Eso quiere decir que lo que estoy viendo es mentira? Así es, amigo ignorante. Cuando vemos una película, leemos un libro, escuchamos una canción, observamos un cuadro o vamos al teatro, establecemos con esa obra de arte un pacto de lectura. Nos damos la mano y decimos “adelante, todo esto quedará entre nosotros”. Es ahí donde reside su magia, puesto que si nos detuvieramos a juzgarlo como si se tratara de la realidad, caeríamos en un craso error. Estaríamos mezclando dos mundos diferentes que, ciertamente, se entrelazan, pero nunca se unen. La ficción siempre bebe de la realidad. Sí, es su inspiración, puesto que nada viene de donde nada hay. Pero a partir de esta realidad se crea una ficción con sus propias reglas, verdad y verosimilitud que nada tiene que ver con la nuestra. La ficción siempre busca una verdad universal, que atienda a ambos mundos. Pero, ¿qué tienen que ver estos mundos? ¿Podemos exigirle a la magia de Harry Potter, los dragones de Juego de Tronos o las naves espaciales de Star Wars una explicación lógica para con las reglas de nuestro mundo? A quienes les interese disfrutar de las historias les recomiendo que estrechen la mano de la obra de arte, cierren los ojos en este mundo y los abran más allá. 

          En segundo lugar, hablando de los ojos, hablemos de la razón. Esperar ver en una obra anterior a nuestro tiempo los códigos morales actuales es una rematada estupidez. Y esto sucederá en el futuro, cuando vean las obras de nuestro tiempo y digan: “¿Pero cómo hacían eso?” o “¿Cómo se atrevían a decir aquello?” No podemos ver con ojos de ahora una obra del pasado, ni mucho menos exigirle que responda a nuestros estándares del bien y el mal.

           Lo cierto es que cuando pienso en vosotros, inquisidores audiovisuales, trato de imaginar por qué vuestro odio es tan exacerbado que tenéis que cancelar un producto porque no os gusta lo que dice. Y después de mucho esfuerzo por empatizar con vosotros, lo único que se me ocurre es que estáis muy aburridos y no tenéis nada mejor que hacer. Wokes, despertad. 

          Por último, a todos aquellos productos que vagan por el terreno de la cancelación, ese limbo dejado de la mano de dios, os digo: no os olvidamos. Mientras este ornitorrinco siga con vida, habrá esperanza para vosotros. 

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EL PESAR DE LA CANCELACIÓN

          Como si de un augurio de condenación se tratase, el hecho de cancelar una figura, pública o ficticia, es algo que está a la orden del día. Es un proceso caótico y sin ninguna voz dirigente que denuncia comportamientos, bajo el criterio de un grupo social más o menos consistente, que se detectan como nocivos. De esta forma nacen debates sociológicos donde siempre está en el punto de mira el hecho de que el objeto bajo crítica sea o no susceptible de ella, ¿quién está por encima del resto para dictaminar que es bueno o malo para una sociedad en términos de entretenimiento?

           Las series y películas no se han librado de la cancelación. Bien sea porque han envejecido sin estar en consonancia con los nuevos y actualizados valores morales de la sociedad occidental o porque tratan temas delicados o aptos para la polémica fácil. De esta manera el caso más sonado de los últimos tiempos ha sido el de la inclusión y Disney, famosa en el pasado por perpetuar conductas retrógradas, se ha convertido en la punta de lanza de este movimiento. Un movimiento bien recibido por muchos, bajo el escepticismo que provoca que una gran compañía milmillonaria se sume al carro de una práctica que claramente le beneficia a nivel publicitario por otros, y con sonada animadversión por unos últimos.

Un ejemplo claro fue el estreno en verano de 2022 de la película Lightyear. Un largometraje de animación por parte del afamado estudio Pixar qué, en cierto punto de su trama, presentaba un beso explicito entre dos personas del mismo sexo. Esto desató una ola de indignación en Twitter que a punto estuvo de cancelar su estreno en muchos cines europeos y, de hecho, ya lo hizo en otros muchos del resto del mundo. Los propios actores y personal artístico de la película defendieron la irrelevancia de aquel hecho en la historia, desmarcándose de cualquier afán ideológico por incluirlo en la copia final. Sin embargo, la ola de la cancelación ya había comenzado a gestarse, y pronto las pasiones políticas y la desinformación fueron el combustible necesario para que este escándalo-bola de nieve, saltáse a los medios tradicionales.

          La cancelación es un arma peligrosa, sirve para señalar conductas que ya no se deberían tolerar en nuestra sociedad (como el beso sin consentimiento de Blancanieves) o para evitar que las compañías mancillen movimientos a favor de los derechos humanos para granjearse el apoyo popular (como la petición de retiro de la etiqueta LGHTB+ de la serie DAHMER de Netflix), pero que rápidamente puede ponerse al servicio de la masa encolerizada y destructiva que trate de echar por tierra el trabajo y el tiempo dedicado a la manufacturación de proyectos audiovisuales.

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